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La Transpirenaica de Mamen Etxaniz (2ª parte)

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Volvemos con una nueva entrada de la Transpirenaica que Mamen Etxaniz completó en el verano de 2020, buscando «la distancia social» sin renunciar a la aventura, tan cerca de casa y tan lejos de todo al mismo tiempo. En la primera entrega la dejamos durmiendo plácidamente en el valle de Nuria, y allí arranca precisamente este segundo capítulo de la aventura. Pero dejemos que sea ella quien nos la cuente.

 

De Núria a La Besurta

Después de descansar perfectamente en el albergue, salgo temprano, pues hoy toca pateada larga hasta Puigcerdá. 

Todo el valle de subida al Puigmal desde Vall Nuria se presenta solo, sin gente, y es una gozada tener la ruta tan a mano y todo el monte para ti. La senación de disfrute de cada regata y cada roca es plena. Subo feliz.

Me voy acercando al collado y empiezo a ver gente desde la comarca del Ripollés y Cerdanya, que suben hacia el Puigmal. Está claro que es lo más alto de la zona y hace que, coincidiendo con que es fin de semana, todos suban aquí. Mi sorpresa llega cuando veo que la mayoría son corredores de trail, no porque se esté celebrando una carrera, sino porque parece que se nos haya olvidado lo de caminar por la montaña, y más, si cabe, con una mochila como la mía.

El viento hace desagradable la cima, todos nos subimos a la cruz para la foto, tal vez para sentir que tocamos el cielo… Me siento extraña entre tanto runner, me desvío a otro collado inferior para almorzar y en el desvío casi la lio en una pedrera; todos los ojos son pocos en la montaña. 

Según comienzo a comer se acerca un grupo de montañeros que, al verme, se me acercan para charlar. <<¿A dónde vas?, ¿de dónde vienes?, ¿estas sola? Jo, que envidia la Transpirenaica…>> <<¡Pues venga, animaos!>> — pienso yo. También se interesan mucho por mi gps con conexión satelital, que siempre me acompaña para sentirme en contacto directo con mi gente, aun sin haber cobertura de tfno. Nos despedimos. En mi interior pienso en la suerte que tengo de estar haciendo lo que quiero y como yo lo quiero.

 

 

Toda esta zona son unos interminables lomas o colinas de montaña (bastante altos, la verdad, rozando los 2.000 metros) que han sido utilizados por antiguas estaciones de esquí. En mi cabeza ya me imagino por estas pedreras, trazando mis giros. Habrá que venir este invierno (aunque luego el tema Covid y falta de movilidad no nos lo permitirá

Me encuentro un parking y me sorprende lo alto que está. Una pareja se me acerca y me dice que si quiero me bajan al valle. <<No, muchas gracias>>. Se sorprenden de que prefiera caminar, me dan explicaciones sobre la zona y me voy situando. Me desean suerte en mi viaje; la verdad es que por falta de ánimos no será.

Toda la sierra del Cadí, la Cerdanya está ante mí. Recuerdo días pasados, las primeras travesías del GR11… ¡Qué tiempos aquellos, y que joven era

Esta vez atravesaré por Puigcerda, pues la parte francesa ya la recorrí. También es verdad que es una travesía quizás un poco cansina en la parte final, pues a través de pistas locales cruzo todo el valle.

¡Que hambre me traigo! Según llego a Puigcerdá me paro en el primer bar y devoro un menú muy catalán: pan tumaca y cerveza. Un hombre se me acerca y empieza a contarme su vida. No sé cómo explicarle que no me interesa, así que sigue y sigue, y yo ahí, como una piedra. Al final no tengo más remedio que cortarle. ¿De verdad no se nota cuando una persona está cansada y no tiene ganas de hablar de tonterías? Al día siguiente, desayunando en la estación de tren, me lo volveré a encontrar… Pero esta vez solo se limita a saludarme.

Es curioso, pero cada vez que llego a un pueblo más bien grande siento como que no sea mi sitio; prefiero los refugios, pero claro no siempre coinciden en la ruta. En esos pueblos es como que desconectas de la montaña, y me da pena. Tendré que intentar algo de autosuficiencia la próxima vez, para no tener que bajar tanto a los pueblos… O bueno, tal vez en otra vida.

Me levanto como nueva, mis dedos comienzan a asimilar el calor, las ampollas van mejorando (Betadine a saco). Me acuerdo de Nepal y mis super ampollas, hasta que la piel no se curta es inevitable. Todo pasará, a caminar.

Atravieso pueblitos recuperados, aquí el turismo catalán es fuerte, me alegro por ellos. Voy ganando altura, pues hoy dormiré en el Refugio Malniu. De camino, me encuentro con un joven que se para. Está descendiendo y charlamos un rato, me pone al día de la zona, la gente, el ambiente de montaña… una conversación super agradable, muy diferente a la de ayer, por suerte. Después, según sigo, me encuentro con muchas familias que se acercan a la montaña a través de pistas que en invierno son de fondo. No es la forma más gratificante de acercarse por aquí, pero bueno, eso hace que las pequeñas cabañas, que en invierno funcionan como hospedería, en verano sirvan comidas. Y eso, ya os lo imaginaréis, me viene de maravilla

 

 

Los bosques de abetos y una larga fila de coches me delatan que estamos en zona de setas, pero las cestas que veo bajan en general vacías. Todas menos una que me enseñan repleta de Boletus (hmmm que buenos tienen que estar)

La gente que anda por aquí son montañeros de fin de semana. Muchas familias y gente bastante desorientada. La zona se presta a ello, también hay que decirlo. El caso es que al final acabo tirando de GPS y, junto a otra pareja que andaba perdida, termino llegando al refugio Malniu. Este es uno de esos refugios a los que se puede llegar en coche. Verdaderos hoteles de montaña, qué pena… Me cuentan que sin esa facilidad de acceso no podrían aguantar abiertos todo el año. La temporada de invierno solo dura cuatro meses y ya estamos en julio

Hay un lago pequeñito junto al refugio, el Estany Sec. Es muy coqueto, y tras una buena comida me echo una buena siesta junto a él. Estoy a 2135 m y todo alrededor es precioso Por la tarde desaparece todo el mundo. ¡Ahora sí, esto es una gozada

Baja un señor super mayor del monte, se coge la bicicleta con la que ha llegado a la mañana y se va. 83 añitos y como un chaval, parece ser que participó en la construcción del refugio, ¡qué gozada de hombre! Personas así animan a cualquiera

Tengo un gran cartel de Killian Jornet en el refugio, él es de la zona, y en el cartel se lee que “para llegar lejos voy tramo a tramo, sin pensar en el final, así todo fluye mucho más fácil”. Estoy totalmente de acuerdo. Llevo 11 días y he disfrutado de cada uno. No sé hasta dónde llegaré, pero sí sé que después de tantos días de encierro esto es un verdadero regalo

Recibo un mensaje de mi amigo Jorge, de Madrid, “Mamen, ten cuidado en el collado para pasar de valle, hay un nevero potente”. Al mismo tiempo, en el refugio también me ponen al tanto. Mi cabeza se pone en alerta, me dicen que es dominable, confío que así será.

De madrugada me han dejado el desayuno preparado y con mensaje en euskera incluido. ¿Se puede pedir más?

Comienzo atravesando un bosque precioso, recorrido por arroyos muy vivos de deshielo. ¡Qué zona más bonita, que salvaje y pirenaico a la vez! Mi cabeza tiene ganas de ver el nevero, pero me digo a mi misma: “Mamen no lo pienses, si han pasado ellos tú pasarás”.

De camino me adelanta un chico francés que me cuenta su travesía. Alucino, ha atravesado todo Pirineos por Francia y, llegando al Mediterráneo, pues nada, se vuelve a casa en Bayonne, por el lado español. ¡Toma ya! Claro, os imaginareis el ritmo que lleva.

 

 

A lo lejos veo mi primer paso, primeramente me acerco a unos lagos preciosos (¡qué lugar!) y al poco veo mi collado, el de Engorgs. Lo enfilo por el flanco derecho, me da mejor pinta que el izquierdo, que es más empinado. Impone el nevero, una canal de pedrera descompuesta que con cuidado por fin consigo superar. ¡Estoy arriba, reto superado! Desde aquí las vistas son espectaculares; lagos y más lagos.

 

Me voy acercando a Andorra y voy como un tiro. Llego al Refugio de Lille, en el que solo hay dos empleados de tertulia en un trineo de madera con un cafecito. En invierno llega la gente desde la estación de esqui Gran Roge. Por supuesto compartimos café y charleta. Veo banderolas Budistas. ¡Qué recuerdos!

 

Tengo bajada larga hasta Encamp, me despisto en un cruce y tengo que desandar parte de lo bajado. Me cabreo conmigo misma en estos casos, nunca termino de aprender. En el último collado me encuentro con una chica que, según me ve, empieza a interrogarme sobre el paso del Engorgs. Le da miedo. Me cuenta mil ideas. Lleva un super mochilón y no puedo evitar pensar que se le hará grande, pero le deseo suerte y sigo para abajo. Finalmente, tras un día interminable, estoy en Encamp, en Andorra. Estoy fundida, pero contenta. Han sido dos etapas en una. ¿y por qué? Pues no lo sé, no me cuesta caminar por la tarde. Es más, me gusta, si el día está bueno.

Mis piernas están cargadas, en el hotel me animan a bajarme al río, y allí que voy, meto mis piernas en la regata fuerte de agua helada, y ¡uf! es la gloria. Una buena cena y una buena charleta, y a dormir.

Por la mañana me han preparado un super desayuno y almuerzo. La subida empieza fuerte y sudo de lo lindo. Estos valles son muy profundos, con desniveles muy potentes, y hay que venir preparado física y mentalmente. No hay ningún tres mil, pero su infinidad de collados altos no desmerecen en nada al pirineo central.

 

 

 

 

Hoy tengo que llegar a Arinsal, que trae viejos recuerdos de esquí, Nada más pasar Ordino me toca de nuevo una super subida que me pone a prueba mentalmente. Es interminable. Paciencia y más paciencia, paradita, beber algo, comer algo… y por fin que llego a Arinsal.

En un bar me despacho un plato de pasta, mientras un chico que tiene familia vasca me cuenta mil historias del valle, el ski, los hoteles, el valle de Tor, que me toca mañana… De allí marcho al hotel, donde sigo hablando con más gente relacionada con la nieve: monitores, pisteros… Y luego me pregunto qué hago “sola” por la montaña…

Amanece super super azul, que gozada de temporada, fresco manital y tardes soleadas. Hoy me van a subir en coche un tramo poco vistoso hasta la estación de esquí. Me despido de mi chofer particular con un fuerte abrazo, <<Agur ta ondo jun!>> “¡Suerte y buen viaje!”

Qué gracia me hacen las estaciones de ski en verano, qué verdes están, y qué tranquilitas, sin colas ni locos como yo rompiendo nieve. Tras una super subida al collado y unas vistas inmejorables, comienzo a descender al esperado Valle de Tor. Allí, en el fondo, me encuentro con una pista que desciende del collado contrario. De pronto una pick-up cargada de cajas se me acerca y su conductora, Pilar, se ofrece a bajarme hasta Tor. Sigo andando y le digo que nos veremos allí.

El minúsculo pueblo de Tor parece más abandonado que vivo. Hay una iglesia típica de la zona de Pirineo Leridano, y junto a ella Pilar se afana en descargar las cajas de la pick up. Le ayudo, y despúes nos tomamos un café. Evito hablar de historias tristes del valle.

En lugar de eso, aprovecho para ponerme al día de la situación Covid en el valle. Pilar me localiza un hostal para dormir en Areu.

Continúo mi camino, esta vez por carretera hasta Noris. Allí me desviaré hasta Areu. De camino se me para un todoterreno destartalado. Su conductor, un pastor con pinta de la era cromañón, ¡me anima a subir con él valle arriba! <<No bajes al valle, que aquí arriba se está mejor>> me dice… Vaya figura el señor.

 

 

Tras un buen rodeo llego a Noris y me encuentro un pueblito bien bonito en la ladera de la montaña. Desde aquí continúo por la carretera en dirección a Areu. Otro coche se me para, parece que doy pena a todo el mundo… En fin, al final me dejo acercar a Areu.

Aquí me llevo una mala sorpresa. El hostal que me ha localizado Pilar está cerrado. Toca retroceder hasta Alins. Todos estos pueblitos del Pirineo lloran por los montañeros que este año no están pasando por estos valles, qué pena, la verdad, es su plus para continuar con la supervivencia local.

Al día siguiente, de nuevo sol y buen tiempo. Toca caminar hacia el collado Tudela. No se me olvidará ese nombre, porque la pendiente es monstruosa.

Voy llegando al Boldis Sobira, Tavascan etc. Podría hacer la GR11 por zonas más altas: Certascan, Pica de Estats, etc. pero todos los refugios están cerrados, así que transito por valles más inferiores. 

Anteriormente ya realicé la travesía por arriba por lo que tampoco me da pena no conocerlo, es una zona muy bonita, pero de esta manera me pateo zonas nuevas.

Al final aterrizo en el Refugio Estaon. Me he dado una buena pateada de 28 km. Me he ganado una buena cerveza, que compartiré con un grupo de gente joven que también viene de travesía. Ellos llevan tiendas y sacos y vienen de la Pica. A uno de ellos parece que todos los habitantes de la montaña se le han posado encima, necesita un antihistamínico. Yo los llevo, pero aún y todo se acerca una joven médico que reside en el pueblo. El refugio está semiabandonado, pero tras una buena limpieza de materiales nos sentamos todos en el pórtico para compartir historias. Arquitectos, profesores, médicos, monitores de esquí, etc.

Al día siguiente toca un día largo, por lo que salgo temprano. Me cruzo con corredores de montaña, madre mía, ya todo el mundo va corriendo, no hay espacio para la charleta… Tengo subida y bajada hasta Dorve, abandonado también este bonito pueblo, que pena.

Empiezo a ver el fondo de valle, carretera, lagos, casas y campings…allá voy pues necesito reponer fuerzas. Un hombre con un perro comienza a pregutarme cosas. Resulta que es de Legazpia y va en dirección contraria ¡y con perro!

Por la tarde tengo super subida y pateada a Espot. Necesito mentalizarme, mi objetivo está lejos, pero el hecho de pensar que llego hacia el Parque Nacional de Aigüestortes me anima. Eso sí necesitaré mucha energía mental, estás tiradas de la segunda mitad del día son de poner en marcha el piloto automático y tirar millas.

Por fin llego. En Espot hay turistas, pero muy pocos. Mejor para mí, aunque no para los hoteles, como me confirmarán después.

¡Esto es vida! Tengo una gran habitación con ruido de regata incluido! Al poco cae una gran tormenta de verano. El cielo parece un telón de cine de mil colores, todos los tejados están humeantes

 

 

El día siguiente lo comienzo subiendo hacia el Estany de Sant Mauricy. ¡Cuantos años hace que no venia por aqui! Me desvío al refugio Ernest Mallafre. Cascadas, lagos, saltos de agua, abetos inmensos… ¡Un día maravilloso! ¡Soy la mujer más rica del mundo! No pido nada más.

Tras una subida fuerte al collado de la Ratera comienzo a ver mi objetivo: Colomers. Me acompañan dos jóvenes guardas del parque, charlamos y charlamos mientras caminamos. El refugio resulta estar cerrado el refu, no importa pues estoy super feliz. Muy lejos de imaginar que el día siguiente será el peor de la travesía

Amanecen nubes y claros. Me dirijo hacia zonas esquiadas el pasado abril, ¡qué recuerdos! En el refugio de Restanca, el guarda me dice que siga sin miedo para arriba, que igual cae una tormentilla, pero que hay cabañas más arriba

La primera tormenta me pilla, efectivamente, cerca de una cabaña en muy buen estado. Pero cuando pasa, dudo. Al final me decido a salir hacia el collado de la Ribera de Rius, pero está muyu lejos. A las nubes les da tiempo de sobra a recuperarse y volver al asalto. Y vaya asalto. Yo vuelo montaña arriba pues veo una cabaña arriba, pero resulta que está crrada. Continúo. No puedo decir cuántas veces me santiguo con cada rayo y cada trueno. Me maldigo cien veces por no haberme quedado en la cabaña. Veo a alguien y me paro a comentar la situación, pero después cada uno tira por su lado.

Finalmente llego al fondo de valle. Mis botas parecen aletas, mi ropa, pues ni tan mal la verdad. En fin, finalmente aquí estoy, en el Refugio de Conangles. Y qué bien, estoy sola con el guarda, que encima es de Rentería, como estar en casa.

¡Mañana Benasque! O buen, quizás pasado mañana, porque tengo dos opciones: la primera es un super subidón por Mulleres y la segunda el camino por LLauset, con Refugio nuevo. Me decanto por este último, pues según comienzo a caminar a la mañana me doy cuenta que toda la tensión de ayer esta en mis músculos, hoy van pesados y perezosos.

Subo por este valle que no conocía y me agrada, agua y más agua, Estoy sola, sola. ¡Qué bonitos lagos! ¡Qué lugares tenemos cerca de casa para evadirnos y disfrutar! Una chica extranjera se cruza en mi camino, bien cargada con mochilón, nos saludamos y seguimos. Me alegro mucho cuando veo cada vez más mujeres como yo por el mundo

El refugio de Llauset es una maravilla de construcción junto a unos lagos inmensos.Todo fue construido con módulos de madera en un pis pas, y es super moderno. Tras desinfectar botas y mochilas (estamos en la era covid), me retiro a mi litera.

 

 

Comparto la tarde con dos chicos que dormirán en camping pero se han subido al refugio a tomar un café. Charlamos y charlamos de la vida… La cena es maravillosa y el desayuno también será increíble. ¡Cómo hemos avanzado a día de hoy en estos lugares! Qué bien.

Al día siguiente subo al collado de Vallibierna ¡Vaya vistas! Espalda de Aneto, todo el valle de Llosas… Cruzo los neveros con cuidado y llego hasta una cabaña de pescadores. Aquí pensaba coger un bus que me bajará hasta la Besurta, pero acabo animándome a recorrer la pista a pie. Disfruto como nunca, es como andar por casa. Mis amigos me esperan abajo, ¡qué más quiero!

 

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13 May, 21

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